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Producto

Creó un producto exitoso y busca producir en la cárcel

16 de septiembre de 2019 - 17:58

Un cubrecama viejo de su abuela y la consigna de una materia de la carrera de Administración de Empresas que cursaba en la UCA fueron los dos elementos clave.

Pedro Roisman Ferreira confeccionó una primera gorra con la tela reciclada y en ese acto, además de aprobar el trabajo práctico, creó la marca con la que ahora produce 7000 unidades al año y que nombró en homenaje a su primera proveedora: Martha.

El emprendedor, de 27 años, produce reutilizando descartes de la industria textil y su próximo objetivo es comprar una máquina cortadora para que los internos del penal de San Martín puedan trabajar y convertirse en parte de su cadena productiva.

"En 2014, cuando hice el trabajo en la facultad, hice una preventa de gorras para probar cómo funcionaba, con lo que tenía, y anduvo muy bien. Al otro año ya teníamos cinco puntos de venta en los principales shoppings de Buenos Aires y alrededores: Abasto, Paseo Alcorta, Distrito Arcos y Unicenter", cuenta Roisman, que es vecino de San Isidro y pasó de ser un estudiante universitario a ser el dueño de un emprendimiento.

El inesperado boom de ventas tiene una explicación. Por un lado, eran años en la que las importaciones estaban restringidas y, según cuenta el creador de Martha, las gorras que había en el mercado local eran "muy básicas, con poco diseño".

"Creo que fue atractiva nuestra combinación de estampados y de materiales", apunta.

También contribuyó a la visibilidad del producto los acuerdos de cobranding con marcas ya consolidadas como la cerveza Corona o la firma de indumentaria Patagonia.

El año pasado Martha atravesó un "renacimiento sustentable", pero aferrándose a la historia original. Así como la primera gorra había sido hecha con un cubrecamas viejo, se decidió que las nuevas usarían como insumo principal los retazos que la industria textil descarta y que representan hasta el 3% de los residuos urbanos.

Hoy Roisman trabaja en un equipo pequeño, junto a otras tres personas, y terceriza la producción en cuatro talleres textiles. Compra por kilo los fragmentos de tela que se descartan en la industria (porque son muy pequeños, porque son la punta del rollo, porque tienen fallas de impresión o de color), pero también recibe los aportes de personas que los donan.

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Además, produce indumentaria para marcas con los mismos descartes que ellos les traen de su producción. "Somos eficientizadores de sus sobrantes", resume.

Martha vende a través de tres canales: online de manera minorista, mayorista a través de revendedores y corporativo. En total, produce aproximadamente 7000 unidades por temporada, a un valor promedio de $960 para consumidor final y $500 para compradores corporativos.

Este año, a través de una chica que trabaja dentro del penal de San Martín dando un taller de costura -y que llegó hasta allí de la mano de la Fundación Espartanos, que se inició con un equipo de rugby impulsado por el abogado sanisidrense Eduardo "Coco" Oderigo- Roisman conoció el penal.

"Fue espectacular. Llegamos y nos recibieron con los brazos abiertos, se entusiasmaron con la idea", dice, y explica que los internos ya tienen su propio taller y están pensando en montar otro afuera para que aquellos que recuperen la libertad tengan un lugar en el que trabajar.

"Decidimos hacer una campaña de financiamiento colectivo a través de la plataforma Idea.me para comprar una máquina cortadora para el taller", apuntó.

Según detalla Roisman, la máquina cuesta $350.000 y sirve para aprovechar retazos chiquitos y elaborar luego un paño tipo " patchwork" que serviría como insumo para las gorras.

"Nosotros le pagaríamos por paño y ellos podrían usar la máquina para trabajar como proveedores para otros clientes también", aclara.

La campaña cubrió ya el 30% del monto que se necesita recaudar y finalizará en 15 días. "Estamos charlando con clientes y planeamos hacer un evento para seguir recaudando fondos, porque si no se alcanza el objetivo, la plataforma devuelve el dinero aportado por cada persona y no se puede comprar la máquina", dice Roisman, aunque aclara: "Yo se que a corto o a largo plazo, lo vamos a poder hacer".

Fuente: Delfina Torres Cabreros / lanacion.com.ar

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